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viernes, 9 de diciembre de 2016

EL MANIFIESTO DEL CINÉFILO INCURABLE. Segunda parte.

En esta entrada concluyo mi listado de 11 puntos sobre mi forma de ver el cine. Mientras la primera parte se enfocó más en el quehacer cinematográfico, en esta segunda expongo mi punto de vista sobre la recepción del público hacia las películas. 


7.- EL CINE “DE ARTE”
Otra división mamona para segregar al satanizado “cine comercial”. Según yo, ni siquiera debería existir tal concepto, el Cine es Cine y se acabó.
    Sé a qué se refiere el término. Estoy consciente de que no es lo mismo Avengers (Whedon, 2012) que Una mujer bajo influencia (Cassavetes, 1974); que ni debería mencionar en la misma oración a Werner Herzog y a George Lucas; que antes de Dario Argento hubo un Alfred Hitchcock. Sé que hay películas que nacen desde la necesidad de alguien por contar una historia, por experimentar con el lenguaje cinematográfico, por llevar un discurso incendiario y subversivo al gran público.


    Y por otro lado, hay películas que nacen desde un departamento de mercadotecnia que realizó un apresurado estudio de mercado, desde un ejecutivo de cuenta en alguna casa productora que compró los derechos de una novela que aún no se ha escrito y ya vendió licencias para una serie de figuras de acción basadas en la película adaptación del libro que aún no se filma. Películas que nacen desde actores a los que les hacen firmar un contrato por un número determinado de secuelas para que no cambie el físico del personaje.
    Todo esto lo sé... y no podría importarme menos.
    Viendo el cine en cuanto a Arte y considerándolo el arte de las imágenes en movimiento, en realidad “Cine de Arte” sería sólo aquél que experimentara con dichos elementos y se despojara de la parte anecdótica y la narrativa. Y estoy seguro de que hay películas así... expuestas en el MoMA. Y ahí están bien, por favor, no las saquen.


    También me da risa cómo hay gente que califica automáticamente todo el cine hecho fuera de EE.UU. como Cine de Arte. En serio. Tengo un amigo al que le presté una película de Dario Argento ‒o de Mario Bava, no recuerdo, para el caso son lo mismo‒ y me dijo que le había parecido extraña porque casi no veía Cine de Arte. ¿Se han fijado cómo casi todas las películas francesas en el resto del mundo se venden como Cine de Arte? Echen un vistazo a la sección de “Cine de Arte” de su tienda de DVD’s local ‒sí, aún quedan un par‒. Invariablemente encontrarán Amélie (Jeunet, 2001), Angel-A (Besson, 2005) o Las bordadoras (Faucher, 2004).
    A final de cuentas, creo que lo que estoy tratando de decir es que uno debe mantener una mente abierta y tratar de ver de todo. Conozco tanta gente que dice que “no ve cine de Hollywood” ‒también he conocido un par que dicen que “no ven Cine de Arte”‒. Creo que uno debería ver cine por el simple hecho de ser cine. Disfruto enormemente las películas de Kurosawa, como también me encantan las de Cronenberg; y si alguien encontró el sentido de la vida al ver Cinema Paradiso (Tornatore, 1989) o Underground (Kusturica, 1995), yo lo hice al ver Alien, el octavo pasajero (Scott, 1979), muchas gracias; nunca he podido terminar de ver Underground, siempre me aburro antes. Querer entretener a la gente también es una tarea noble.




8.- EL CINE “DE CULTO”
Esta división sí me parece válida... aunque también me parece súper ambigua. Se supone que una película de culto es, generalmente, una cinta extravagante que en su momento no gozó de un éxito de taquilla considerable; pero que con el paso del tiempo se ha ganado una leal legión de fanáticos que, por lo general, pertenecen a algún nicho específico del mercado para el cual la película es la neta.
     Dicho en otras palabras, se puede entender una película de culto como una película buena pero incomprendida. La cosa de otro mundo (Carpenter, 1982), Donnie Darko (Kelly, 2001), Event Horizon: la nave de la muerte (Anderson, 1997) o El quinto infierno (Duffy, 1999) son excelentes ejemplos de películas de culto. Las cuatro son muy buenas, pero pasaron por la taquilla sin pena ni gloria y, sin embargo, con el paso del tiempo han sido revaloradas y descubiertas por su público.


    Pero no manchen, no todas las películas que fracasan en taquilla son necesariamente películas de culto. Algunas de las películas que me he encontrado que “son de culto” no son incomprendidas, sólo son malas. Algunas terribles. Y es que en los últimos tiempos he visto que llaman “de culto” a películas como Dunas (Lynch, 1984), que sólo fue un rip-off de Star Wars (Lucas, 1977) que terminó en estrepitoso fracaso ‒y soy fan de los libros‒; Troll 2 (Floyd, 1990) que sólo es vomitiva; Nekromantik 2 (Buttgereit, 1991), que simplemente es aburridísima, y una nutrida lista de etcéteras.
    Porque si a ésas nos vamos, entonces empezaré a decir que Congo (Marshall, 1995), La Isla del Dr. Moreau (Frankenheimer, 1996) o La máscara 2 (Guterman, 2005) son películas de culto.


    Al igual que con el Cine de Arte, el que una película sea considerada “de culto” tampoco debería ser un aliciente o un disuasivo para verla. Uno debería verla porque le gusta el Cine y ya.

9.- “CUANDO VES UNA PELÍCULA DOBLADA, ¿SÓLO VES LA MITAD?”
El doblaje mexicano tiene fama de bueno. Junto con el chileno. Y quizá ahora ya no tanto como antes, pero la fama es merecida. Voces como las de Humberto Vélez, Francisco Colmenero, Alfonso Obregón, Jesús Barrero, Mónica Manjarrez o Laura Torres llenan los recuerdos de mi infancia. Aún ahora, cuando leo algún cómic del Hombre Murciélago, en mi cabeza los personajes tienen las voces con las que los doblaron en Batman: la serie animada (1992-1997)... con todo y que ese doblaje, como casi todos los de Warner, se hizo en Venezuela.
    Pero como bien dicen los italianos, Traduzione tradisce, “la traducción traiciona”.
    La frase de Armando Hoyos (que muy probablemente fue escrita por Pepe Sierra) que uso como título de este apartado sí es un chiste, pero no está tan alejada de la realidad.


     Me refiero a que, por muy bueno que sea un doblaje, nunca va a ser la cosa original. Por eso siempre trato de ver las películas en su idioma de origen. Sólo veo películas dobladas cuando estoy haciendo otra cosa, las están pasando en la tele y medio las veo. Generalmente se trata de películas que no me interesan tanto como para dedicarles dos horas al 100% de mi atención o películas que ya he visto muchas veces.
     Recuerdo que, cuando daba clases de Literatura Universal, la primera vez que pedí a mis alumnos que vieran Romeo + Julieta (Luhrman, 1996) me sentí muy decepcionado de que la hubieran visto doblada al español. Y no me malinterpreten, específicamente el de esa película creo que es uno de los mejores doblajes que se hicieran en nuestro país... pero se pierde el texto original de Shakespeare. Y perder el lirismo del Bardo Inmortal es una desgracia. No importa si uno no le entiende, tan sólo la musicalidad de los versos vale la pena.



10.- LA LENTE DISTORSIONADORA DE LA NOSTALGIA
“Todo tiempo pasado fue mejor” dice el dicho, refiriéndose a que, con frecuencia, la nostalgia nos pinta color de rosa eventos pasados, aun cuando no hayan sido tan buenos. Y esto funciona en el Cine como en la vida o quizá mejor todavía.
    Muchas veces, una película que vimos de niños nos pareció maravillosa y la recordamos con entusiasmo y cariño como una gran película. Pero todo es una ilusión. En realidad, no recordamos la película, recordamos lo bien que nos sentimos con toda la experiencia en su conjunto, con la convivencia con nuestros seres queridos, con que nunca antes habíamos visto nada igual o alguna otra cosa por el estilo.


    Pero, con frecuencia, la película en sí no es tan buena y cuando volvemos a verla tiempo después nos llevamos una desilusión. Me ha pasado. Me pasó con El Caldero Mágico (Berman y Rich, 1985), Todos los perros van al Cielo (Bluth y Goldman, 1989), con Hook: el regreso del Capitán Garfio (Spielberg, 1991) o con Día de la Independencia (Rommerich, 1996). Y habrá quien se lo achaque a que se trata de películas infantiles o familiares; pero hay otras tantas, como Los Cazafantasmas (Reitman, 1984), La Sirenita (Clements y Musker, 1989), Rover Dangerfield, un perro con suerte (George y Seeley, 1991), o Las aventuras de Zak y Krysta (Kroyer, 1992) que cuando volví a verlas de adulto, me siguieron gustando igual o más.



11.- LA LITERATURA NO ES CINE Y EL CINE NO ES LITERATURA
Creo que pocas frases son tan chocantes como la falacia de “Está mejor el libro” para referirse a las películas que están basadas en una fuente literaria. Claro, a uno puede gustarle más la relación que entabla con un libro que con una película, o viceversa; pero que la adaptación de un medio a otro sea inferior al original es extraño.
    Porque, finalmente, se trata de dos medios de expresión (artes, en el mejor de los casos) diferentes y cada uno cuenta con elementos expresivos distintos. Como lo mencioné arriba, el Cine utiliza las imágenes en movimiento para transmitir ideas o sentimientos, mientras que la Literatura usa palabras.


    Aunque, por supuesto, la comparación es natural, me parece que será poco afortunada. Algunos elementos literarios no se trasladan bien a la pantalla, condenada siempre a mostrar demasiado, y algunos recursos del cine resultan excesivos para la palabra escrita. Están también otras limitantes, como la duración de un largometraje o la dificultad para explorar la psicología de los personajes en el cine ‒no es imposible, sólo es muy difícil y requerirá de una increíblemente afortunada conjunción de factores‒.
    A final de cuentas, creo que la comparación equivaldría a comparar una pintura con una sinfonía y tratar de ver cuál es mejor. Decir que tal o cual libro es mejor que la película sería como decir que el cuento de La Bella Durmiente es mejor que el ballet de Tchaikovsky, o que la tragedia de Macbeth es mejor que la ópera de Macbeth. Y yo francamente desconfiaría de alguien que dijera que la tragedia de Hamlet es superior al cuadro de Ofelia, de John Everett Millais.


    Me parece que una buena adaptación de una fuente literaria no es aquélla que sigue a piesjuntillas la anécdota del original. Creo que será aquélla que logre transmitir la esencia de la obra primigenia y crear con el espectador una relación similar.

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