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domingo, 21 de junio de 2015

MUNDO JURÁSICO. Es agradable ver una película donde los dinosaurios resuelven sus diferencias hablando.



MUNDO JURÁSICO
Jurassic World

Colin Trevorrow, 2015


Antes que nada, debo advertirles que todo este texto va a tener spoilers, así que procedan bajo su propia responsabilidad.

Por fin la espera ha terminado y los fans de Jurassic Park tenemos una nueva entrada de la franquicia. En una etapa muy primigenia durante la concepción de esta película (por ahí de 2004), se coqueteó mucho con la idea de que en la cinta aparecieran soldados mutantes, híbridos de humano y dinosaurio. Aunque se desarrollaron diseños sobre esta propuesta, la idea fue descartada. Posteriormente, se trabajó sobre la idea de una pandemia causada por un virus mesozoico y que la clave para obtener una cura estaba en los dinosaurios creados por InGen.
    Finalmente, Universal se decidió por una idea menos extravagante y quienes hayan leído la segunda parte de mi reseña sobre Parque Jurásico, notarán que el argumento de la película ya estaba más o menos definido desde 2013.


    Y por cierto, el estreno de una cuarta entrega de esta franquicia después de casi quince años de ausencia de las pantallas no es una casualidad ni una respuesta a las peticiones de los fans. En los años siguientes vamos a estar viendo la resurrección de muchas sagas clásicas de Universal Pictures —como los ya anunciados remakes de La creatura de la Laguna Negra, La momia y un spinoff de King Kong— debido a la compra del estudio por parte de Comcast, quienes desean explotar las franquicias que hiciera famosa a la compañía.
    La historia va así: Zach (Nick Robinson) y Gray (Ty Simpkins) son enviados por sus padres a pasar una semana de vacaciones con su tía, Claire (Bryce Dallas Howard), una empresaria “workaholic” con obsesión por el control, quien resulta ser directora de Jurassic World: “Un parque de diversiones del futuro donde los dinosaurios cobran vida a través de avanzadas técnicas de clonación” y que fue construido por la compañía InGen en Isla Nublar, la locación donde hace más de veinte años intentaran construir el Jurassic Park original.
    El nuevo parque tiene éxito, pero la supuesta demanda del público por atracciones cada vez más emocionantes lleva a los genetistas del parque a crear un híbrido genético al que denominan Indominus Rex y que, como era de suponerse, se escapa, poniendo en riesgo la integridad de todo el parque. Será la misión de Claire y su antiguo interés romántico, el entrenador de velociraptors, Owen (Chris Pratt, a quien quizá recuerden como StarLord en Guardianes de la galaxia [Gunn, 2014]), detener al I-Rex antes de que acabe con todos los animales del parque... y quizás con Zach, Gray y el resto de los visitantes.



    Bien, de esta sinopsis una cosa salta inmediatamente a la vista: Aunque bien podría ser el inicio de una nueva trilogía (un reboot), esta película es una secuela directa de la primera cinta de Parque jurásico (Spielberg, 1993). No pasa por alto la segunda y tercera partes; pero hay más elementos de la película original que de las otras.
    Y precisamente ahí radica su éxito. Aunque puede ser disfrutada por públicos de todas las edades, el objetivo de esta cinta es llegarnos a los que vimos la original en su momento. Básicamente la mitad del sustento de la cinta es el factor nostalgia.
    Me refiero a que mientras la veía no pude evitar sentir como si estuviera escuchando un disco de covers: Como si los realizadores hubieran tomado sus escenas favoritas de la primera película y hubieran hecho su versión, eso sí, con la consigna de divertirse y no ser demasiado respetuosos con el material original. En este sentido, me pareció que utilizaron una estrategia parecida a la de Alien:La resurrección (Jeunet, 1997) pues se trata de una cinta más ligera con un tono cómico mucho más notorio y que por momentos raya incluso en la parodia de las películas anteriores. Aunque en una primera impresión esto podría considerarse una falla, en realidad se trata de uno de los puntos fuertes de la cinta.


    En general, ésta es una de esas películas que cuando uno ve dan la impresión de estar armadas de pedazos de otras películas. Digo, hay muchas escenas que parecen haber sido extraídas directamente de Alien, el octavo pasajero (Scott, 1979) y Aliens: El regreso(Cameron, 1986) e insertadas en esta película. Además, gran parte del desmadrito me recordó a esas películas setenteras de desastres y, en general, toda la cinta me recordó enormemente a Tiburón 3 (Alves, 1983).
    El elemento de Ciencia Ficción que fue tan característico de la primera parte prácticamente sólo estuvo presente en ella y ha desaparecido de la saga casi por completo. En cambio, Mundo jurásico se enfoca mucho más a la acción y a la aventura; pero logra un equilibrio entre acción trepidante y un guión decente… a diferencia de la tercera parte, que era pura acción sin sentido y lo dejaba a uno sintiéndose vacío después, como sexo casual.
    Es más, a diferencia de su predecesora, esta cuarta entrega tiene un discurso interesante: A final de cuentas, se trata de una sátira —que se ve acentuada por el tono de comedia de todo el show— de la corporativización absurda del entretenimiento que se vive en nuestros días... Lo que no evitó que Mercedes Benz, Hasbro, Coca-Cola, Verizon y otros tantos metieran sus marcas en la película, por cierto.


    En un segundo nivel hay también un discurso en contra de los organismos transgénicos. Digo, el Indominus Rex es un híbrido transgénico que finalmente es derrotado por el Tyrannosaurus Rex, un animal “orgánico” —tan orgánico como un dinosaurio de probeta con genes mutantes de rana pueda ser—. Por cierto, la T. Rex que aparece en esta película supuestamente es la misma que apareció en la primera, por eso tiene cicatrices en el pescuezo dejadas por los velociraptors.
    Incluso hay una escena en la que el Dr. Wu (BD Wong) dice: No hay nada natural en Jurassic World —Por supuesto que no, ¿vieron la nariz de Claire?— y en este sentido el diseño de producción es muy interesante. Todas las instalaciones del parque fueron diseñadas para verse artificiales y tener ese look de las cosas hechas “para turistas”.
    Toda la cinta —y es justo denominarla tal pues fue filmada en película de 35mm, en vez de grabada directamente en formato digital como es la tendencia actual— está llena de referencias para deleite de los fans, como la aparición del Dr. Henry Wu (único personaje de la película original que regresa, aunque Laura dern estuvo vinculada con al proyecto en sus etapas iniciales), o la escena en la que Zach y Gray encuentran las ruinas del centro para visitantes original, donde hay montones de “reliquias” como los googles de visión nocturna, el jeep de John Hammond o el banner en el que se lee “When Dinosaurs Ruled the Earth”.
   Asimismo, como se ha vuelto una especie de tradición en esta franquicia, se incorporaron elementos de las novelas que fueron dejados fuera de las películas anteriores.


    Por un lado, Gray menciona que otra forma de obtener ADN de dinosaurio es a través de la médula ósea, que no queda muy claro cómo; pero este era el procedimiento que originalmente describe Crichton en el primer libro.
    Por el otro, tenemos la habilidad del I-Rex para camuflarse con su entorno. En la película esta facultad la adquiere el dinosaurio gracias a que desarrolló cromatóforos especiales pues le fueron injertados genes de sepia. En la novela de El mundo perdido, son los Carnotaurus quienes poseen este poder.
    Hay también que mencionar que el Mosasaurus que vemos en pantalla es alimentado con tiburones, como un guiño al clásico dirigido por Steven Spielberg; o que Zara (Katie McGrath), la asistente de Claire encargada de cuidar a sus sobrinos, está leyendo un libro con la foto de Ian Malcolm en la contraportada. Y no olvidemos los lanzacohetes que Crichton incluye entre las medidas de seguridad del parque en el primer libro.
    Y por cierto, la escena en la que una parvada de pterosaurios ataca al helicóptero era el final original de El mundo perdido (Spielberg.1997).
    Sin embargo, de todo este banquete de Easter Eggs, mi favorito fue la aparición de Skinner. Quienes ya llevan un rato en esto de la fanaticada de JP quizá recuerden la última serie de figuras deacción de la primera película. En ella aparecían dos figuras humanas de cazadores furtivos conocidos como Evil Raiders, uno parecido a Cocodrilo Dundee llamado “Dr. Snare” y un biker calvo y de barba llamado “Skinner”. En la secuencia en la que los mercenarios de InGen llegan a Isla Nublar, uno de ellos, calvo y de barba, le dispara a un Dimorphodon desde el helicóptero. Se supone que ése es Skinner.



    En general la película tiene un buen ritmo y nunca se hace aburrida... Se hace absurda en partes, eso sí; pero nunca aburrida. Y tiene el gran mérito de que es la primera película de la saga en la que aparecen niños que uno no quiere estrangular a los cinco minutos… Igual son odiosos, el mayor es un pusilánime y el otro, un chantajista sentimental (igual que su madre); pero soportables.
    Lo que me hace pensar que quizá la película no sea tan absurda después de todo. Recuerdo que cuando la estaba viendo pensé: “Si ya llamaron a todos los Gyrospheres para que regresaran a la base ¿Por qué Zach se empeña en desobedecer? ¿Cómo puede haber alguien tan irresponsable como para desobedecer las más básicas reglas de seguridad? Luego recordé que tuve una novia que sí tenía algún problema irracional con seguir reglas y por culpa de ella detuvieron Superman: The Last Escape y perdió un celular en la Canoa vikinga, todo en el mismo día en Six Flags… Y ya no me pareció absurdo.
    ¿Y cómo es que Claire —quien, por cierto, viste de blanco como homenaje al personaje de John Hammond— puede andar toda la película corriendo en tacones? Aunque Howard sí realizó la mayoría de sus escenas en tacones, para lo cual tomó un entrenamiento exhaustivo para fortalecer sus tobillos.
    Ahora, se supone que el I-Rex tiene ADN de Velociraptor, ¿no? Y por eso cuando mandan a los raptors entrenados a cazarlo, ellos se alían con él en vez de atacarlo… Si la otra mitad del I-Rex es ADN de T-Rex ¿Por qué carajo la mandan a pelear contra él? ¿Nunca se les ocurrió que igualmente podrían aliarse los dos?
    Y finalmente, lo que siempre pienso de las películas en las que buscan crear “armas biológicas” o “súper-soldados”: Racismos aparte, ¿no es más barato seguir usando inmigrantes ilegales como carne de cañón?


    En la lista de los fallos yo pondría la relación romántica de Claire y Owen, que se siente forzada y metida con calzador para complacer al público que porque realmente aportara algo a la historia —me gustó mucho más el beso frustrado de Lowery (Jake Johnson)—.
    Del mismo modo, hay muchas líneas de la psicología de los personajes que pudieron explotarse y se quedaron en meros apuntes: Una escenita en la que Claire entendiera por fin que no puede tener el control de todo hubiera sido muy agradecida, o alguna otra en la que descubriera que en el fondo sí quiere tener hijos (como le pasó a Alan Grant en la primera película)… o ¿qué pasó con la novia de Zach? Digo, nos mostró durante 2 horas de película que le vale madres, pero como que le faltó llegar a una conclusión.
    El otro elemento que no me gustó tanto fue la música. Esperaba nuevas versiones de los temas compuestos por Williams; pero no fue el no tenerlos lo que me decepcionó. Fue el hecho de que el tema de los velociraptors sea tan condenadamente parecido al tema principal de la película Fuerza siniestra (Hooper, 1985).
    Y la verdad, sí se extrañaron los dinosaurios animatrónicos. En esta cinta sólo se ven unos cuantos en pantalla: Las cabezas de los velociraptors, el Apatosaurus agonizante y el hocico del I-Rex. Al menos estos animatrónicos fueron construidos por los discípulos de Stan Winston.
    Finalmente, tengo que decir que sigue sin convencerme la idea del Indominus Rex. Digo, habiendo tantos dinosaurios tan interesantes y tantos nuevos descubrimientos que nunca han aparecido en la saga de Jurassic Park, ¿por qué tuvieron que inventar un dinosaurio nuevo?


     En conclusión, creo que se trata de una película decente. No me parece tan buena como las primeras dos —y no es que la segunda sea buena en realidad—; pero ciertamente no es tan mala como la tercera. Es entretenida, divertida y tiene escenas emocionantes, particularmente si uno no se cuestiona la lógica de la mayoría de ellas y, al igual que Mad Max:Furia en el camino (Miller, 2015); resulta una bocanada de aire fresco en un mercado sobresaturado de películas de superhéroes... A lo cual creo que debe otro gran porcentaje de su éxito.
    Por cierto, ¿saben que sería bien pinche interesante, gente de Universal Pictures? ¡Una película donde mostraran cómo fue que InGen recuperó el control de Isla Nublar, en lugar de rociarla con napalm como en la novela!
    Según las opiniones que he leído en línea, en general la película ha recibido buenas críticas por parte de los fans; aunque la mayoría de ellos coinciden en que le falta algo, sin que puedan precisar exactamente qué es. Después de mucho meditarlo, creo que descubrí qué le hizo falta a Jurassic World cuando la vi en el cine esta semana: Le hago falta yo a los ocho años.


PARA LA TRIVIA: Ésta es la primera película de la saga que no comienza con un ataque de dinosaurio y que no incluye ninguna escena bajo la lluvia.


miércoles, 17 de junio de 2015

SUMARIO 2014

SUMARIO 2014


jueves, 11 de junio de 2015

INDIANA JONES Y EL REINO DE LA CALAVERA DE CRISTAL. La hermanastra más fea de la serie.


INDIANA JONES Y EL REINO DE LA CALAVERA DE CRISTAL
Indiana Jones and the KIngdom of the Crystal Skull

Steven Spielberg, 2008

Los rumores acerca de una cuarta entrega de la saga de Indiana Jones comenzaron a circular desde mediados de los años noventa; sin embargo, no fue sino hasta el 2008 que la película se vio finalmente materializada. Si de por sí las cintas del famoso arqueólogo eran ya un tributo a la nostalgia y a lo kitsch, esta entrega es un abuso (pues termina siendo un tributo al tributo). Uno de sus principales problemas fue la filtración a través de la red de innumerables spoilers, que se fueron granjeando el disgusto de los fans de la serie desde semanas antes de que la cinta fuera estrenada. Así, el producto final fue una película que no logró complacer a los seguidores más asiduos de la serie ni cautivar a los nuevos públicos, y de la que el mismo Spielberg se deslindó apenas se hubo estrenado.
    En 1957, durante la Guerra Fría, Indiana Jones (Harrison Ford) es secuestrado por un comando de la KGB infiltrado en el Ejército de Estados Unidos. Bajo el mando de la terrible coronel Dra. Irina Spalko (Kate Blanchett con una terrible peluca), los soviéticos buscan apoderarse de la legendaria Calavera de Cristal, un cráneo antropoide de cuarzo de origen desconocido hallado entre los restos del OVNI siniestrado en el desierto de Roswell, Nuevo México, a finales de la década de los 40, y que se supone que otorga a quien lo posea el poder de controlar la mente de otros seres humanos. La búsqueda de Spalko y de Jones, ahora reclutado por el FBI, los llevará a las densas junglas sudamericanas en busca de la legendaria ciudad perdida de El dorado, donde no sólo se revelará el secreto del origen de la enigmática Calavera de Cristal, sino que nuestro héroe se reencontrará con asuntos pendientes de su propio pasado. 
 
    Recuerdo que fui a ver esta cinta cuando se estrenó en el cine y no me pareció tan terrible como había escuchado. Luego la volví a ver en DVD y fue que le encontré todas sus fallas y me pareció lamentable. Ahora que la he vuelto a ver en la gloria del Blu-Ray, pude apreciarla con una nueva perspectiva que me llevó a comprenderla un poco más y relacionarme con ella de un modo distinto; relación que me llevó a preguntarme: ¿Qué rayos es esto? ¡Hubo juegos de la saga original de Tomb Raider que fueron mejores que esta peli y eso que a partir del 2 ya eran bastante mediocres!
    Creo que la parte más fuerte de la película es el guión. No la historia, cuyo argumento parece haber sido escrito por Giorgio Tsoukalos, ni las actuaciones o los efectos especiales que son tan disparejos a todo lo largo de la película; sino simplemente el guión, el cómo la historia es contada y cómo se expresan los personajes. Cada uno de ellos está bien definido y se nota la evolución en su forma de pensar, quiero decir, por lo menos en el aspecto psicológico sí se nota que han pasado veinte años en la vida de Indy.


    Por desgracia, en todo lo demás no, y eso me ha parecido chocante desde siempre. La sexta película en la saga de Rocky, Rocky Balboa (Stallone, 2006), es también una secuela tardía y en ella el conflicto surge precisamente del hecho de que Rocky (Sylvester Stallone) ya está demasiado viejo para seguir boxeando. En nuestra cuarta parte de Indiana Jones, en cambio, la avanzada edad de Indy sólo es apuntada superficialmente al incio de la cinta y después parece olvidarse por completo. De tal suerte, en pantalla aparece un Harrison Ford de 66 años haciendo las mismas acrobacias que cuando tenía 36; lo cual, sin ánimo de ofender a nadie, resulta simplemente ridículo.
    Supongo que pensando en esto, los realizadores transfirieron el protagonismo de muchas de las escenas de acción y persecuciones al personaje de Mutt Williams (Shia LaBeouf); pero admitámoslo, el protegido de Spielberg tiene más tipo de nerd buena onda pero teto que de héroe de acción. De hecho, antes del estreno de la cinta se rumoraba fuertemente que se planeaba que ésta entrega fuera una película de transición, y que a partir de ella comenzaría una nueva saga de Indiana Jones con LaBeouf como protagonista; pero su fracaso con la crítica y los fans, y su resultado más bien pobre en la taquilla parecen haber disuadido a los productores de llevar a cabo dicho plan… hasta el momento.

    Si bien uno de los aspectos que más me gustó de la entrega anterior de la saga fue su autenticidad, en ésta me quedaron a deber… y mucho. En general los fans se mostraron preocupados por la utilización de efectos especiales en CGI en esta película, pero Spielberg acalló las inquietudes cuando declaró que “sólo utilizaría la tecnología digital en las escenas que fuera estrictamente necesario”. Empero, más rápido cae un hablador que un cojo, y la primera imagen que vemos en pantalla, apenas transcurridos 20 segundos de película (literalmente, los conté), es un perrito de la pradera completamente animado por computadora saliendo de su madriguera… ¡también digital! Así pues, los efectos por computadora francamente echan a perder muchas escenas de acción que de otro modo habrían sido impactantes; la más notoria de ellas es el enfrentamiento con espadas entre Williams y Spalko a bordo de un par de vehículos soviéticos mientras atraviesan la selva peruana.
    Con todo y todo, por momentos la peli sí logra cautivar el espíritu de las cintas originales de Indiana Jones, y hasta puedo decir que tres cuartas parte de la cinta sí son decentes, e incluso un par de escenas, si uno pone un poquito de su parte, hasta disfrutables. Incluso puede uno disfrutar de las actuaciones del británico Ryan Winstone y del prodigioso (y también británico) John Hurt, quien es uno de mis actores favoritos casi desde que tengo memoria, como el enloquecido profesor Oxley. La última media hora de la película, incluido el final, es pura basura y le da al traste al resto.

    Lo único que sí me parece genial sobre esta peli es que gracias a ella, Hasbro (quienes producen también las figuras de acción de Star Wars) lanzó al mercado una extensa línea de figuras de acción basadas en las cuatro películas de Indiana Jones. Altamente detalladas y articuladas, estas figuras se convirtieron en artículos de altísimo valor coleccionable casi de inmediato.
    A pesar del repudio general por parte de la crítica, la fanaticada y el público inocente hacia esta película, Steven Spielberg ya anunció oficialmente sus intenciones de dirigir Indiana Jones 5. Quizá en esta ocasión la antigua reliquia que Indy deba encontrar sea su propia acta de nacimiento…


PARA LA TRIVIA: En el guión original de esta película se había escrito una escena para el Dr. Henry Jones Sr., padre de Indiana Jones interpretado por Sean Connery; sin embargo, casi desde un inicio Connery se rehusó a participar en la película. Aun así, tanto su personaje como el de Marcus Brody (Denholm Eliott) aparecen en pinturas y fotografías en varias escenas, e Indy se lamenta por el fallecimiento de ambos.


MONSTERS UNIVERSITY. Mike y Sully, el origen.


MONSTERS UNIVERSITY

Dan Scanlon, 2013

No sólo el público general esperaba con gran anticipación esta cinta.  También lo hacía la crítica y los fans de la primera parte, así como quienes somos fans del trabajo de Pixar.  La percepción general de las precuelas (o secuelas, para el caso) tardías es que suelen ser innecesarias o incluso terribles como Star Wars: Episodio I: La amenaza fantasma (Lucas 1999), y se temía que Pixar hubiese caído en la epidemia de secuelitis. Como antecedentes, la compañía de animación tenía la bien lograda trilogía de Toy Story (1995-2010) y la fallida secuela Cars 2 (2011) ‒aunque la película original ya era bastante mediocre‒. Así las cosas, ¿Monsters University se uniría al montón de secuelas/precuelas innecesarias o sería una verdadera evolución de la primera parte?
    Básicamente, la película narra la historia de Mike Wazowski (voz original de Billy Crystal) y cómo su mayor ilusión desde que era un pequeño monstruito fue convertirse en Asustador (monstruos encargados de cosechar gritos de niños para llevar energía a Monstruópolis), a pesar de que su aspecto no asusta a nadie. Mike crece hasta que llega el momento en que entra a estudiar a la prestigiosa Monsters University. Mike se esfuerza por cumplir su sueño; pero otro estudiante, flojo y fanfarrón, llamado James Sullivan (voz original del genial John Goodman) le hará ver su suerte y aprender un par de cosas sobre la vida en el campus.

    Pixar logró lo que George Lucas y la versión de Nickelodeon de las Tortugas Ninja nunca pudieron entender: es tan valioso conservar al público original como tratar de captar al nuevo. Aunque Monsters University sí es una película para un público infantil, en realidad su mensaje y su subtexto están mucho más orientado a los adultos… Sacando cuentas, muchos de los niños que disfrutaron la primera entrega deberían ser universitarios para estas fechas.
    Si algo puede alabarse de las secuelas de Pixar (exceptuando la citada Cars 2 y las películas de Campanitatinkerbell) es que han sabido crecer con su público. Los guionistas han tenido esta sensibilidad magistral para captar las preocupaciones de su audiencia. A los cinco años nos preocupaban los monstruos en el clóset, a los dieciocho nos preocupa no cumplir con las expectativas, ya sea de nuestra familia, amigos, profesores o, incluso, de nosotros mismos.
    Así pues, esta película no habla sobre “luchar para alcanzar tus sueños”, sino que hace un llamado a los adolescentes y jóvenes adultos a luchar para encontrarse a ellos mismos. Además, todo aquél que haya estudiado en una universidad en algún momento de la vida se sentirá identificado con las situaciones por las que tienen que atravesar Mike y Sully, así como con los demás personajes de la película porque (el típico) ¿quién no tuvo compañeros así en la Facultad?

    También el apartado técnico es asombroso. Vi esta película en formato 3D, aunque no creo que le haga falta (vamos, no es Avatar [Cameron, 2009]), y luce sensacional. Tanto la calidad de la animación como las texturas y las fuentes de luz que en ella se muestran son ricas y detalladas. Casi se puede ver cada pelo de Sully moverse por separado; se nota drásticamente el adelanto de la tecnología en la pasada década.
    El diseño de los personajes también es bastante acertado. Se ve que los artistas encargados de este rubro partieron desde de cero para dotar a los monstruos de una apariencia juvenil, en lugar de tomar los modelos que ya habían hecho y sólo cambiarlos. Todo es nuevo y diferente ¿Alguien notó en la primera Monsters, Inc. (Docter, et al., 2001) que Mike tenía escamas? ¡Pues las tiene!

    El único pero que sí le encontré a la cinta fue que la narrativa es poco original, pues cae en los lugares comunes de las películas estudiantiles de los 80. Por momentos se vuelve muy parecida, aunque con mucho más contenido y muchos menos chistes vulgares eso sí, a La venganza de los nerds (Kanew, 1984). Este es en realidad un fallo menor, ya nadie recuerda La venganza de los nerds (y eso que fueron cuatro películas a lo largo de diez años). También hay por ahí un par de guiños  las películas de “terror en el bosque” de la misma década, pero esas secuencias son geniales.
    En conclusión, se trata de una muy buena película: sencilla, con cierta profundidad y muy divertida (me la pasé riéndome). Aunque sí debo decir que quizá no sea del agrado de los niños más pequeños, pues con una duración de una hora con cuarenta y cinco minutos y una temática más orientada hacia un público adulto, podría resultarles poco atractiva o incluso aburrida; de hecho, en la función a la que yo fui sí hubo varios niños aburridos.


PARA LA TRIVIA: Pixar surgió originalmente como la división de animación de Industrial Light and Magic, la compañía de efectos especiales de George Lucas.


martes, 9 de junio de 2015

LOS MONSTRUOS DE LA UNIVERSAL III: La momia


LA MOMIA
The Mummy


Karl Freund, 1931.


Tras el inesperado éxito de Drácula (Browning, 1931) y la revelación de Frankenstein (Whale, 1931), y con algunos competidores como Paramount, Metro Goldwyn-Meyer y RKO empezando a experimentar con sus propias producciones de los géneros de terror y ciencia ficción, Universal Pictures estaba lista para lanzar la tercera película en su saga de monstruos. La momia sería la primera producción de Carl Laemmle Jr. que no estaba basada en un texto pre-existente... Bueno, no en una obra de teatro o novela, aunque la historia de su concepción es tan interesante como las de sus predecesoras.
    La película, desde un inicio, fue pensada como un vehículo de promoción de Boris Karloff (nombre artístico que para fines de exotismo usaba el actor británico William Henry Pratt) quien tras veinte años de carrera se encontraba en el Olimpo de Hollywood gracias a su interpretación de la Creatura de Frankenstein en la película de Whale. Universal comenzó entonces a llamarlo “Karloff, the Uncanny” (“Karloff, el misterioso”) en su publicidad.


    Así pues, la casa productora comisionó a la guionista Nina Wilcox Putnam para que escribiera una película titulada Cagliostro. Dicha cinta estaría levemente inspirada en el personaje real de Alessandro di Cagliostro, un ocultista italiano del siglo XVIII quien, en la película, usaría su conocimiento de la alquimia y la magia para reencontrarse con su amada siglos después de su trágica muerte.
    El argumento y el primer tratamiento del guión fueron entonces entregados por la Universal al dramaturgo John L. Balderston, quien había co-escrito la versión para teatro de Drácula y se había encargado de los guiones para su adaptación al cine y la de Frankenstein, para que puliera el trabajo de Putnam. 
    Sin embargo, Balderston tuvo una idea aún más radical: Sustituir a Cagliostro por un sacerdote del antiguo Egipto que lograba volver a la vida a través deun conjuro/maldición. Después de todo, el dramaturgo era un aficionado a la egiptología que, en sus tiempos de periodista, había sido asignado como corresponsal para cubrir la nota del descubrimiento de la tumba de Tutankamón en 1923. Para su personaje, Balderston escogió el nombre de otro personaje real: Imhotep, un polímata y sacerdote egipcio del siglo XXX a.C. A sus cálculos arquitectónicos se atribuye la construcción de la primera pirámide.
    La película narra la historia de una expedición arqueológica del Museo Británico en 1921 liderada por Sir Joseph Whemple (Arthur Byron) que encuentra la momia de Imhotep (Boris Karloff) y el papiro sagrado con el conjuro que supuestamente le entregó Anubis a Isis para volver a su esposo a la vida. La misma noche que el cofre con el papiro sagrado es profanado, la momia desaparece dejando como único testigo al asistente de Whemple completamente enloquecido.


    Diez años después, una nueva expedición del Museo Británico está a punto de darse por vencida tras sus pobres hallazgos, hasta que un misterioso, alto y descarnado hombre egipcio llamado Ardeth Bey (Karloff) los lleva a un terreno inexplorado donde asegura que se encuentra la tumba de la princesa Anck-es-en-Amon (Zita Johann). Los arqueólogos descubren la mencionada tumba y, un año después, han montado una maravillosa exposición en el Museo de El Cairo que obsesiona a Ardeth Bey. Más sorprendente aún es la atracción casi hipnótica que siente Helen Grosvenor (Johann), la hermosa y misteriosa paciente del Dr. Muller (Edward Von Sloan e su eterno papel del cintífico sabio pero heterodoxo) por Bey, quien desea reunirse con ella a toda costa.
    Ahora, si uno se fija bien en esta cinta descubrirá el que creo que es su único fallo… Bueno, ni siquiera es un fallo como tal, simplemente es algo que nunca me ha acabado de convencer de ella: Es prácticamente la misma película que Drácula. Balderston —de manera inconsciente, según dicen los que saben— tomó prestados demasiados elementos de su propia obra: La necrofilia, el que la damisela en apuros tenga un prometido más blando que una almohada, el que haya un personaje que no por ser hombre de ciencia desecha la tradición y el folklore y, aún más curioso, el que así como en la película de Browning los personajes usaban el crucifijo para protegerse del Rey de los Vampiros, en esta cinta utilizan el amuleto de Isis para mantener a raya a Imhotep… ¡Incluso Universal usó nuevamente El lago de los cisnes como tema musical para los títulos iniciales de la cinta, igual que lo hiciera con Drácula!
    Y, siendo dirigida por Freund, quien fungió como director de fotografía de Drácula, hay escenas que si no es por sus diálogos, entonces por sus emplazamientos y sus encuadres parecen calcas de la cinta de Browning. 
    La otra cosa que no me encanta de esta película es la resolución final, que es enteramente un Deus ex machina. Sí, está justificado a lo largo de la película; pero aún así se siente un tanto gratuito. Digo, por lo menos en Drácula son los personajes quienes le clavan la estaca en el corazón al vampiro.
    Por lo demás, esta cinta se mantiene a la altura de sus predecesoras e incluso las supera en algunos elementos.


    Karloff está impactante. Aunque la mayoría de los críticos coinciden, y yo concuerdo, con que su interpretación de Ardeth Bey está sólo por debajo de la de la Creatura de Frankenstein, es en el papel del misterioso egipcio en el que el actor logra sobresalir a través de elementos que lo diferencian diametralmente de aquel que lo hiciera inmortal.
    En Bey tenemos un personaje contenido y que justamente por eso resulta más terrible. A diferencia de la Creatura, cuya interpretación fue más grandilocuente, Bey apenas si se mueve o hace gesto alguno y camina lentamente con ademanes ceremoniosos y un porte grave y solemne. Y sin embargo, es a través de este porte y esta serenidad que la imagen de Karloff transmite una fuerza sobrehumana. Con sólo verlo uno sabe que puede hacerlo trizas nada más con pensarlo.
    Complementando la caracterización de Karloff está el maquillaje de Jack Pierce que, al igual que la actuación del británico, apuesta por la sutileza más que por la excentricidad. Es curioso que Karloff, como momia, apenas aparece unos minutos en pantalla; pero su aparición es estremecedora. Para esta caracterización, en la que el cuerpo de Karloff era vendado por completo, el actor pasó casi ocho horas en la sala de maquillaje mientras Pierce y sus asistentes trabajaban para crear a la versión momificada de Imhotep.
    Durante todo el resto de la película, Karloff aparece como Bey con un maquillaje en el que su de por sí descarnado rostro luce un fino entramado de miles de arrugas —y esta es la principal razón por la que recomiendo ver esta cinta en Blu-Ray si se tiene la oportunidad, el maquillaje se ve espectacular— que se lograron estirando la piel del actor y aplicando capa sobre capa de pegamento y algodón sobre ella. Este proceso, que aún se utiliza, pero sobre todo su remoción, debieron ser muy dolorosas para Karloff.


    Y por supuesto, gran parte del efecto que causa un monstruo depende de su víctima. En este caso, Helen Grosvenor, quien es interpretada por la actriz húngara Zita Johann. El particular físico de Johann y sus interpretaciones llenas de intensidad la hacían la elección perfecta para el papel. Como un bono extra, la actriz, quien había triunfado ya en los escenarios de Broadway, era una ferviente creyente del ocultismo y seguidora de una corriente actoral conocida como Teatro del Espíritu.[1] 
    Sobre la presencia de Johann en pantalla, además de su calidad actoral, llaman la atención dos cosas: La primera es que, al haber sido una estrella teatral de los años veinte, Zita cultivó un físico de extremada delgadez (para la época) que le da una imagen muy particular.
    En segundo lugar puedo mencionar el vestuario que la actriz usa durante la escena climática de la película y que resulta muy revelador. Sé que cosas más subidas de tono se hicieron en la época del cine silente; pero el vestuario de Johann marca una clara diferencia con el recato de las películas anteriores de monstruos de Universal —excepto la versión en español de Drácula, donde Lupita Tovar luce un escote de aquí hasta mañana—.


    Se trata pues de una película más rica que sus predecesoras en algunos aspectos, pero más torpe en otros. Por principio de cuentas, posee una mezcla de géneros única: gran parte de la peli es un thriller, pero otra es una cinta de aventuras, mientras que el hilo conductor de todo es una historia de amor. Es un poco más madura en el sentido de que el terror es más psicológico y la monstruosidad de Ardeth Bey es más interna —en oposición a la Creatura de Frankenstein, cuya monstruosidad es casi por completo externa—, las actuaciones de Karloff y Johann son inolvidables, y el diseño de arte es maravilloso, aun cuando las locaciones en las que se desarrolla la historia son pocas.
    Ésta es, sin duda alguna y a pesar de sus pequeños fallos, una honrosa adición al panteón de monstruos de Universal Pictures.

PARA LA TRIVIA: Para el momento en que comenzó la filmación, el guión aún conservaba algunas de las ideas de Cagliostro en él. Una de ellas era un montaje en el que se mostraban varias secuencias de las reencarnaciones de Anck-es-en-Amon e Imhotep encontrándose en diferentes épocas, como la Edad Media o la Ilustración. Estas escenas fueron filmadas e incluso hay muchos fotogramas de archivo de ellas —y la pobre Johann tuvo que actuar frente a frente con una pareja de leones para una de estas secuencias—; pero fueron dejadas fuera del corte final de la película pues los editores consideraron que entorpecían la narrativa.  

FUENTES
SKAL, David J. Mummy Dearest: A Horror Tradition Unveiled, Universal Studios Home Video, 1999.


[1] Según lo explican varios autores en el documental citado como fuente, esta corriente consistía en convertir al actor en un médium a través del cual se manifestaran los personajes. Antes de comenzar a filmar, Zita le permitiría a su alma morir e invocaría al espíritu de su personaje para que habitara su cuerpo.

lunes, 8 de junio de 2015

RAY HARRYHAUSEN, el Encantador de Monstruos.


RAY HARRYHAUSEN, EL ENCANTADOR DE MOSNTRUOS

El pasado 7 de mayo falleció en la ciudad de Londres a sus ochenta y dos años, el mago de los efectos especiales Raymond “Ray” Harryhausen. Pocas personas en el mundo del cine merecen tanto el título de Artista de Efectos Especiales como este hombre; quien diseñó, construyó y animó él mismo a algunas de las criaturas más icónicas, complejas y hermosas que jamás aparecieran en la pantalla grande.
    Primero fanático, luego discípulo y colaborador, y finalmente sucesor de Willis O’Brien, Harryhausen descubrió un nuevo mundo de fantasía y magia cuando vio King Kong (Cooper y Schoedsack, 1933) a los 13 años. La obsesión del pequeño Ray por la película lo llevó a investigar todo lo que pudo sobre la técnica de animación en Stop-Motion y sobre O’Brien, encargado de los efectos dela cinta, a quien finalmente logró conocer en persona.
    O’Brien invitó a cenar a su casa a su joven admirador, quien luego de la cena le mostró un cortometraje casero que había realizado utilizando Stop-Motion. El animador quedó asombrado por la calidad del trabajo de Harryhausen y decidió tomarlo como su discípulo.
    Ray Harryhausen estudió Artes Plásticas especializándose como grabador. De hecho, la mano artesanal del grabador puede apreciarse en las texturas y las formas de sus criaturas; así como la influencia de los clásicos helénicos en sus temas.

    En 1948, O’Brien llamó a Harryhausen para trabajar en su primer proyecto en colaboración. Empero, al final fue O’Brien quien se llevó el crédito a pesar de que Harryhausen hizo casi toda la animación. Se trataba de una película de aventuras de corte familiar llamada El gran gorila (Shoedsack, 1949), que contaba la historia de una muchacha blanca criada en África que había tomado por mascota a Joe, un gorila de fuerza y tamaño descomunales. La chica y el primate son descubiertos por el promotor de un circo y llevados a EE.UU. La película gozó de un éxito considerable, tanto que tuvo un remake producido por Disney en 1998 (Mighty Joe Young, Underwood, 1998).
    El siguiente trabajo de Harryhausen lo pondría a él a cargo de todos los efectos de una película de monstruos llamada El monstruo del mar (Lourié, 1953). En esta aventura un grupo de científicos trata de detener a un gigantesco Rhedosaurus (especie ficticia), vuelto a la vida accidentalmente mediante pruebas nucleares en el Polo Norte, de destruir la ciudad de Nueva York. El apretado presupuesto obligó a Harryhausen a improvisar y hacer uso de todo su ingenio para sacar el proyecto adelante. El resultado final es simplemente espectacular. Muchas personas consideran a esta película como “una copia de Godzilla”, pero la verdad es que es exactamente lo opuesto ya que ésta se estrenó primero.

    La década de los 60 fue la más prolífica en la vida del artista, siendo en la que produciría, entre otras, tres películas icónicas. De éstas, una se convirtió en aquélla que habría de ser ligada a su nombre hasta el día de su muerte.
    Para esta cinta, los realizadores adaptaron de forma extremadamente libre el mito griego de la búsqueda por el vellocino de oro a manos de Jasón. Jasón y los argonautas (Chaffey, 1963) muestra algunas de las escenas más icónicas de la carrera del animador, incluyendo la pelea contra la Hidra de Lerna (les advertí que la adaptación era demasiado libre, ¿no?) y una batalla impactante contra un ejército de esqueletos vivientes.

    Su siguiente película notable fue Un millón de años a.C. (1966). En ella se narra de una forma bastante naive (por no decir infantiloide) el encuentro de los miembros de dos tribus  de cavernícolas y la travesía que deberán superar para devolver a uno de ellos a su pueblo de origen. Las escenas de las batallas entre dinosaurios, particularmente la pelea climática entre un Tyrannosaurus y un Triceratops, son de antología; aunque… ¿quién puede distraerse con esas nimiedades teniendo en pantalla a Raquel Welch en un ajustado bikini de cuero?

    La última película de Harryhausen en esta década es una de mis favoritas. En El valle de Gwangi (O’Connolly, 1969) un grupo de vaqueros, artistas de circo, exploran un valle prohibido en el desierto mexicano, sólo para descubrir que se encuentra habitado por feroces dinosaurios.

    La década de los setenta fue relativamente inactiva para Harryhausen. Sin embargo, fue en este periodo cuando pudo terminar su trilogía de Sinbad (la primera peli, Sinbad y la princesa, se estrenó en 1958) con El viaje fantástico de Sinbad (Hessler, 1973) y Sinbad y el Ojo del Tigre (Wanamaker, 1977).
    En El viaje fantástico de Sinbad encontramos el punto más alto, técnica y artísticamente hablando, en la carrera del animador. La trama es de lo más sencillo: A manos de Sinbad (John Phyllip Law), príncipe de Baghdad tras casarse con la princesa de la primera película, llega un antiguo mapa que revela la ubicación de la legendaria isla de Lemuria (continente hipotético sugerido en el siglo XIX que después nutriría relatos de ficción como El cazador de sombras de H.P. Lovecraft o el anime Los caballeros del Zodiaco), llena de riquezas. El marinero se embarca en una travesía para encontrar el tesoro de Lemuria, no sin enfrentarse a terribles obstáculos.
     De entre ellos, quiero mencionar aparte la que es considerada la mejor animación de Harryhausen y que es una de mis escenas favoritas de todas las películas de monstruos que he visto. Se trata del duelo de cimitarras entre Sinbad y sus marineros, y una estatua viviente de la diosa Kali (ya dijimos que las adaptaciones eran libérrimas). En verdad, uno tiene que ver esta escena para apreciar la complejidad, el realismo (para 1973), la calidad técnica y la belleza de sus efectos especiales.

    La última película, Sinbad y el Ojo del Tigre resulta una conclusión algo decepcionante, pues sus limitantes de presupuesto y su terrible guión desmerecen en comparación con las dos películas anteriores. A pesar de eso, el reparto de primer nivel y los efectos del Maestro del Stop-Motion logran rescatar a esta película, convirtiéndola en una divertida epopeya.

    La forma de trabajar de Ray Harryhausen era muy peculiar. Contrario a lo que se supone que debería ser, sus criaturas no estaban al servicio de las películas; sino que las películas se escribían en torno a las escenas de efectos especiales. Harryhausen tenía una idea de lo que quería ver en sus películas; con base en eso escribía un argumento y de inmediato se ponía a trabajar en el diseño de arte, luego contrataba a un guionista y a un director que lograran hacer lucir las escenas de animación.
    Este modo de producción resultó efectivo hasta principios de la década de los 80, cuando Ray Harryhausen estrenó la que sería su última gran película, la epopeya inspirada (apenas) en la mitología griega Furia de titanes (Davis, 1981). En esta cinta, Perseo (Harry Hamlin), pretendiente de la princesa Andrómeda de Joppa (Judi Bowker), debe derrotar a Medusa, pues su mirada letal es la única arma que puede detener a la bestia Kraken (cuyo origen literario en realidad es incierto, pero se cree más cercano a la tradición nórdica) de destruir Joppa por mandato de Zeus (un cansado Lawrence Olivier).

    En su estreno, esta película fue un fracaso de taquilla y con su producción pobre, sus efectos especiales anticuados, su guión atropellado y sus actuaciones desmesuradas, es considerada por la crítica como una de las peores películas jampas hechas… por lo menos hasta 2010 cuando se estrenó su remake, que realmente da pena ajena. Esta película fue un aviso tardío a Harryhausen por parte de la industria cinematográfica, que ya había disfrutado los efectos de nueva generación con las primeras dos entregas de la trilogía original de Star Wars, de que ya no lo necesitaban más.
    Incluso la línea de figuras de acción basada en esta película (hecha a imitación de la de Star Wars por cierto) resultó bastante mediocre y su fabricación se detuvo a la mitad luego del escandaloso fracaso de la cinta.
    A pesar de todo, personalmente le tengo mucho cariño a esta cinta. Recuerdo que la primera vez que la vi tenía ocho o nueve años y me pareció genial; además de que, de la mano de Los Caballeros del Zodiaco, avivó mi interés por la mitología griega. Sin embargo, aún a mis ocho años, durante mucho tiempo creí que esta película había sido estrenada en los sesenta…
    El punto fuerte de la película es sin duda la escena de Medusa, la mítica Gorgona con serpientes por cabellos que convertía en piedra a cualquiera que la mirara a los ojos. Un diseño acertado y fresco y un trabajo de animación esmerado y minucioso hacen de esta secuencia de la película una de mis favoritas; además, recuerdo que a los ocho años sí me daba miedo.

    La verdad sea dicha, también es notorio que Harryhausen no siempre disponía de los presupuestos que necesitaba para realizar sus obras, y puede notarse que con frecuencia reciclaba esqueletos y hasta piezas completas de sus cariaturas para reducir costos. En la mencionada Furia de titanes puede notarse que la cabeza del Kraken es la misma cabeza del monstruo venusino de 20 millones de años a la Tierra (Juran, 1957), mientras que casi todo su cuerpo es el cuerpo de la Reina Serpiente de Sinbad y la princesa; y como este ejemplo hay varios otros.
    Durante las siguientes tres décadas Harryhausen se mantuvo activo como artista plástico y produciendo cortometrajes animados hasta el día de su muerte.
    La experiencia personal me ha demostrado la dificultad para que generaciones más recientes de espectadores (de hecho, las películas de Harryhausen pertenecen más a la generación de mis padres) valoren en su justa dimensión el trabajo de este genio. Los efectos especiales hiperrealistas creados por computadora hacen palidecer el esmero, la dedicación y la artesanía inherente a esta forma de dar vida a criaturas fantásticas que, dicen despectivamente mis alumnos en su despreocupada ignorancia, “parecen de plastilina”. 
    Sea como fuere, el legado de Harryhausen se encuentra presente en la cultura fílmica y su influencia en las películas actuales es innegable; por no mencionar que su escuela sigue vigente prácticamente en cualquier artista contemporáneo del Stop-Motion. Si sus obras están destinadas a ser revisitadas constantemente por nuevas generaciones de cinéfilos entusiastas o, si por el contrario, deberán convertirse en anquilosadas piezas de museo, o si, en el peor de los casos, sufrirán el sino de ser miradas entre condescendencias y risitas palurdas, sólo el tiempo podrá decirlo.
    Descanse en paz, Ray Harryhausen.