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domingo, 24 de mayo de 2015

SED. Los vampiros que vinieron de Corea.



SED
Conocida mundialmente por su título en inglés, Thirst, pero que en su natal Corea del Sur se llamó Bakjwi (que significa “murciélago”).

Chan-Woon Park, 2009.

¿Se acuerdan cuando los vampiros daban miedo? ¿Recuerdan que en alguna época los vampiros eran seres temibles, depredadores acechando el sueño de los vivos para robarles la vida y condenar sus almas? Bueno, pues si lo recuerdan y ésos son los vampiros que les gustan, ésos que son en realidad una plaga que podría acabar con nuestra especie  y no aquéllos que por alguna inexplicable razón decidieron vivir eternamente para ir a la prepa por siempre jamás, esta película es para ustedes.
    Sang-hyeon (Kang-ho Song) es un sacerdote católico que voluntariamente se ofrece a ir a un hospital-misión en África para participar en las pruebas de una vacuna experimental creada para acabar con un mortífero virus parecido a la viruela. Sang-hyeon es inoculado con el virus; pero el tratamiento no es exitoso y muere… por unos minutos porque una transfusión de sangre administrada poco antes de su deceso le devuelve la vida. La comunidad cree que se trata de un milagro; pero el sacerdote, tras mudarse a la casa donde su oligofrénico mejor amigo de la infancia vive con su madre abusiva, Lady Ra (Hae-Suk Kim) y su hermana adoptiva/esposa Tae-ju (Ok-bin Kim), descubre que la sangre que lo salvó era la de un vampiro, por lo que lo invadirá una insaciable sed de sangre a la que después se sumará la muy correspondida lujuria por Tae-Ju.


    Lo que es muy interesante del vampiro en esta película es que incluso se aleja del vampiro gótico planteado por John William Polidori en el Romanticismo. La creatura en la que se convierte Sang-Hyeon no es un aristócrata guapo y encantador que vive en eterna melancolía y seduce jovencitas. En esta película el no-muerto es una criatura enferma, que no reflexiona y filosofa sobre su condición, sino que la padece y, por la mala, llega a la comprensión de que es una amenaza para aquéllos que lo rodean. Éste es ese vampiro que depreda a quienes lo quisieron en vida y lo hace de muchas formas diferentes.
    En esta película, Chan-Woon Park logra una atmósfera claustrofóbica a través de claroscuros, planos cerrados y tomas preciosistas. Esta atmósfera refleja perfectamente lo que el director quiere decirnos: los personajes de esta peli son prisioneros. Viven en un modesto departamento en la planta superior de una tienda, las puertas y las ventanas están abiertas todo el tiempo; pero los personajes no pueden salir: Sang-hyeon de su maldición, Tae-ju de su esposo violento e idiota —aunque tiene la costumbre de salirse a caminar por las noches, apenas para tomar aire fresco, fingiéndose sonámbula—; éste, a su vez, lo es de su madre castrante y ella, posteriormente en la película, de su propio cuerpo al quedar en estado catatónico.


    La película, a través de los encuentros sexuales entre el sacerdote y su amante, toma tintes eróticos que al final resultan ser perturbadores.
    Ahora bien, también puede advertirse un juego de crescendo/diminuendo en la pareja de amantes que resulta muy interesante y que mantiene la tensión durante toda la película. Y es que, una vez que se ha transformado, Sang-hyeon se vuelve más humano: experimenta los placeres carnales y está más en contacto con sus emociones; además, conforme la película va avanzando, empieza a tomar conciencia de la amenaza que representa y de su responsabilidad para con su discípula.
        En contrapunto, Tae ju enloquece con el poder que le da la maldición de sangre y, tras vivir toda su vida subyugada por su hermanastro y posterior esposo, y su madre adoptiva y posterior suegra, decide que debe cobrárselas con la gente que la rodea. No importa si son personas inocentes, familiares o amigos, su sed de sangre la lleva al borde de la locura.
    A final de cuentas, ésta es una historia de amor; pero enmarcada dentro de una tragedia. Como una especie de Romeo y Julieta, donde los amantes son consumidos por aquello en lo que se han convertido; por la culpa, el temor de ser descubiertos, la lujuria y la locura… Sí, es un Romeo y Julieta con todas las de la ley, jaja. Pero hay vampiros y mucha sangre.


    Además, las actuaciones son muy buenas y me gusta el tratamiento que hacen de los vampiros. No hay colmillos como de navaja automática, no hay mandíbulas elongadas ni garras cadavéricas. Sólo personas comunes y corrientes… que corren por los tejados y son capaces de empujar un cuerpo más de doce metros en el aire. Además, la parsimonia con la que lo hacen les da un toque aún más aterrador.
    Otro punto sobresaliente de la película es su fotografía. Además de los claroscuros que ya mencioné, el fotógrafo y el iluminador juegan mucho con las saturaciones de color, y en una misma toma mezclan áreas de negros o blancos casi totales con zonas de intensos colores rosas, azules o amarillos, por mencionar algunos. Y cuando los vampiros pintan la casa de blanco y asesinan a sus víctimas salpicando sangre por todos lados, las imágenes se vuelven sumamente dramáticas y bellas.


    Así pues, ésta es una película muy recomendable de fantasía oscura. Elementos de suspenso, terror y  horror matizan una obra que con su ritmo lento y tranquilo y con casi dos horas de duración, podrá no ser del agrado de muchos; pero quien le tenga la paciencia suficiente se verá recompensado. Se trata de un análisis casi poético de la condición humana vista desde la perspectiva de quienes la han perdido.


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