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lunes, 13 de enero de 2014

MIS REFRITOS FAVORITOS. No todos los "remakes" son malos.


MIS REFRITOS FAVORITOS 

Algunos teóricos de la Literatura han argumentado que no hay nada nuevo bajo el sol, que todo está escrito y que en toda la historia de la humanidad sólo hay cien argumentos originales; otros estudiosos de la materia rebaten a los primeros diciendo que en realidad sólo hay treinta y seis argumentos originales y que todo lo que se ha escrito son variaciones sobre los mismos temas.
    Muy aparte de la terrible crisis por la que atraviesa la industria estadounidense del entretenimiento ‒no es un fenómeno exclusivo del cine pues la televisión, la literatura “comercial”, el teatro musical y hasta los videojuegos se hallan en el mismo predicamento‒ es un hecho que los remakes, despectivamente llamados “refritos” han existido siempre. Incluso en los albores del cine, cuando éste se volvió sonoro, nuevas versiones de las películas silentes fueron producidas para adaptarlas a las nuevas tecnologías.
    Más tarde, el “refritear” una peli se volvió una forma de asegurar un éxito. Es decir, en vez de arriesgarse produciendo algo original, los empresarios dedicados a hacer películas usan algo ya probado; quienes no conozcan la peli original, la verán como algo nuevo, y quienes sí la vieron igual irán a verla aunque sea por puro morbo.
    Generalmente, las nuevas versiones de los clásicos suelen palidecer cuando se les compara con los originales. Sin embargo, hay casos, excepcionales y más bien atípicos, en los que las nuevas versiones de los clásicos encuentran un subtexto adecuado para su discurso y llegan a ser tan buenas o a veces, sólo a veces, incluso mejores que las originales.
    A continuación presento una lista de los remakes que considero son tan buenos como sus versiones originales, o incluso meores... Y la mayoría son de Horror y Ciencia Ficción.

1.- LA INVASIÓN DE LOS USURPADORES DE CUERPOS (Invasion of the Body Snatchers)

Don Siegel, 1956 / Phillip Kauffman, 1978

Basada en la novela de Jack Finney, Los ladrones de cuerpos, estas cintas narran la historia de una invasión extraterrestre en la que los alienígenas clonan a los habitantes de nuestro planeta y los suplantan. En la primera versión, la acción se desarrolla en el ficticio pueblo californiano de Santa Mira, mientras que el remake, cuyo reparto incluye a los geniales Donald Sutherland, Veronica Cartwright, Leonard Nimoy (sí, el Mr. Spock original) y a un jovencísimo Jeff Goldbum, ocurre en San Francisco.
    La segunda versión prácticamente manda a pasear a la novela y se enfoca en expandir los elementos planteados en la primera cinta, tanto como que muchos críticos consideran que está en un punto intermedio entre el remake y la secuela.

    Y creo que precisamente el punto fuerte de este par de cintas es que encontraron un subtexto muy sólido y saberlo manejar de forma exquisita para crear en el público una sensación de terror que pocas películas han alcanzado. Mientras la peli de 1956 trata de ser una crítica al McCarthismo, la de 1978 es una sátira de la sociedad consumista de su época.
    Esta misma historia sería refriteada dos veces más con Los usurpadores de cuerpos (1994), realizada por el director underground Abel Ferrara y en la que la acción se desarrolla en una base militar, y la verdaderamente terrible Invasores (2007), dirigida por Oliver Hirschbiegel y protagonizada por Nicole Kidman y Daniel Craig. Ninguna de estas cintas roza siquiera el nivel de genialidad de las primeras dos versiones y la de 2007, siendo amable, es bastante mala.
                                                            
    En el caso de la cinta de 1978, no sé si habrá influido el hecho de que la primera vez que la vi fue en un maratón de Halloween a la una de la mañana, pero me resultó una experiencia aterradora que se ha repetido con cada visionado posterior. Las excelentes actuaciones, la fotografía sombría, los excelentes efectos especiales y un par de escenas muy bien construidas hacen de esta cinta una excelente propuesta. Aterradores resultan tres elementos que se me quedaron muy grabados en la memoria: el chillido de los alienígenas para delatar a los humanos, la escena de un clon fallido indigente-perro y el hecho de que los extraterrestres suplantan a las personas mientras duermen, por lo que los protagonistas deben mantenerse despiertos constantemente, lo que afecta su percepción e incrementa su paranoia.
    El final, por cierto, también es aterrador.
 

PARA LA TRIVIA: En la versión de 1978 el actor Kevin McCarthy, protagonista de la versión de 1956, hace un cameo; mientras que en la peli de 2007, Veronica Cartwright, quien interpreta a Nancy en la cinta de 1978, hace un papel secundario.

2.- LA COSA DE OTRO MUNDO (The Thing From Another World / The Thing)

Christian Nyby, 1951 / John Carpenter, 1982

Basada en la historia corta de John W. Campbell Jr. titulada ¿Quién anda ahí?, este par de películas narra la historia de un grupo de científicos aislados en una base de investigación polar (ubicada en Groenlandia en la primera versión y en la Antártida en la segunda) que entran en contacto con un organismo extraterrestre, prácticamente indestructible, que amenaza con destruir a la humanidad. En la versión de 1951 se trata de un ser proveniente de un planeta en el que las plantas evolucionaron en seres inteligentes, mientras que en la de 1982 es una criatura amorfa (que es un montón de carne, viscosidad, dientes y tentáculos)  que replica a otras para pasar inadvertida y propagarse en este planeta.
    Mientras que la peli original es un clásico de la Ciencia Ficción, la versión de John Carpenter es una obra maestra que, en la tradición de Alien: el octavo pasajero (Scott, 1979), incorpora elementos del cine de horror e incluso del gore para crear una historia de paranoia absoluta; el final, inspirado en un episodio de la serie de TV Dimensión desconocida (1959-1964), es uno de los más geniales en las películas del género.

    Los efectos especiales creados por Rob Bottin (con una pequeña ayuda de su amigo, el gran Stan Winston), artista cuyos créditos comprenden efectos de maquillaje en cintas como Aullido (Landis, 1984), Roocop:el defensor del futuro (Verhoeven, 1987), El vengador del futuro (Verhoeven, 1990) o Seven: Los siete pecados capitales (Fincher, 1995);  son, convenientemente, fuera de este mundo y constituyen secuencias no aptas para los débiles de estómago cuya crudeza y realismo, de hecho, fueron en parte los causantes de su fracaso en la taquilla y los múltiples ataques por parte de la crítica. A su favor diré que ésta es una del puñado de películas que, en veintiocho años, me han podido revolver la panza. Atención aparte merecen la criatura perro, el cráneo “mandibulado” de Fuchs (Joel Polis) y la escena del desfibrilador (por mencionar sólo algunas)... Y todo antes de que el CGI echara a perder los efectos especiales.
    Mientras que la versión de 1951 utilizaba a la criatura extraterrestre como una especie de metáfora del Comunismo; en la de 1982, y a pesar de que Carpenter lo ha negado varias veces, se entiende que la criatura es una metáfora del SIDA. La paranoia y el terror nacen entonces de que todos los personajes en la cinta se ven sanos y completamente normales, pero sabemos que por lo menos uno de ellos está infectado con una forma de vida extraterrestre. El final alternativo de la cinta (que no se utilizó, afortunadamente) mostraba una escena en la que R.J. MacReady (Kurt Russell), sobreviviente de la base antártica, se hace una prueba de sangre y confirma que no está infectado.

    Por cierto, esta cinta fue la primera de Carpenter en no ser musicalizada por él mismo. Originalmente se había pensado en Jerry Goldsmith (El planeta de los simios, Alien: El octavo pasajero) para componer el score de la peli; pero tras declinar la oferta fue sustituido por Ennio Morricone, (cuyas partituras incluyen la muy memorable El bueno, el malo y el feo, y La misión) quien creó un soundtrack minimalista y aterrador, muy al estilo de lo compuesto por Carpenter para Halloween. 
    En la cinta, se supone que los primeros en descubrir a La Cosa fueron científicos noruegos y que su campamento fue diezmado por el alienígena. En 2011 se estrenó una precuela / remake, dirigida por Matthijs van Heijningen, que cuenta la historia de estos científicos; por desgracia, su paso por las salas de cine fue tan imperceptible como la criatura del título. De hecho, no he podido ver esta versión; pero, siendo justos, la de 1982 fue un fracaso de taquilla y más bien construyó su muy nutrida legión de fans (entre los que me cuento) gracias a ese mercado tan fértil en los 80 que fueron los videoclubes.
 

PARA LA TRIVIA: Aunque la película está ambientada en la Antártida, las escenas en exteriores fueron filmadas en los glaciares de Canadá y Alaska; mientras que los interiores se filmaron en un estudio en Los Ángeles. Para recrear el ambiente gélido del Polo, logrando que los actores exhalaran vaho y sus mejillas se sonrosaran, los constructores del set lo refrigeraban mediante una tubería de nitrógeno líquido mientras se rodaba la película ¡En pleno Julio californiano!  


3.- LA MOSCA (The Fly. La versión original se conoció en nuestro país como La mosca de la cabeza blanca.)

Kurt Neumann, 1958 / David Cronenberg, 1986

El Mito de Prometeo (o Fausto o Frankenstein, para el caso) es traído a la vida una vez más con estas cintas. La primera de ellas está basada en la historia corta de Ciencia Ficción escrita por el autor británico George Langelaan (1908-1969) y que fuera publicada en 1957 en la icónica revista Playboy.
    En esta primera versión, el inventor André Delambre (David Hedison) trabaja en su sótano en el nuevo invento que revolucionará al mundo: una máquina teletransportadora. Gracias a un infortunado accidente al experimentar la máquina consigo mismo, Delambre mezcla su cuerpo con el de una mosca, resultando un hombre con cabeza de insecto y un díptero con cabeza de humano.

    En la versión de 1986, el científico ermitaño Seth Brundle (Jeff Goldblum en el papel que lo inmortalizó), subcontratado por las Industrias Bartok, crea en su laboratorio (el ático mugroso de un edificio industrial en Toronto) una máquina teletransportadora. Pero su vida cambia cuando conoce a la reportera Ronnie Quaife (Geena Davis, quien de hecho era novia de Goldblum en aquellos tiempos) y se enamora perdidamente de ella. Y como hormona mata neurona, en un arranque de celos, Brundle experimenta el teletransportador en sí mismo, sin percatarse de que con él entró una mosca. El resultado será una mutación en Brundle que, a diferencia de la película original, se da de manera progresiva mientras el otrora científico va transformándose en un grotesco insecto gigante.
    Durante muchos años esta película ostentó el título de la cinta con los efectos especiales más asquerosos de la Historia, pues mientras Seth Brundle se va transformando en el monstruo que él cariñosamente apoda “Brundlefly” (Brundlemosca) su cuerpo se llena de tumores, pierde el cabello, los dientes, las uñas, las orejas y el pene. Y, por si todo esto no bastara, Brundlefly también desarrolla un sistema digestivo de mosca, por lo que vomita jugos gástricos sobre su comida para poder digerirla fácilmente (sí, las moscas de verdad hacen eso).
    Más allá de la metáfora o el simbolismo que pueda manejar esta cinta, el elemento por el que la considero una obra maestra es la sensibilidad de su creador, el legendario David Cronenberg, para crear un protagonista complejo y completamente patético: Sí, Brundle se convierte en un monstruo y su mente se va trastornando de manera directamente proporcional a la forma en que su cuerpo se degrada; pero es imposible no sentir lástima por el pobre tipo. Así pues, una mezcla de horror, asco y lástima elevan a este científico del celuloide al nivel de un héroe de tragedia clásica.
    Ésta es mi segunda película favorita del Cronenberg clásico (la primera es Crash: Extraños placeres [1996], aquél de su etapa del “horror corporal”, en la que sentía cierta obsesión por las deformidades físicas y se regodeaba mostrándolas. Sin embargo, es loable la maestría del autor canadiense para utilizar elementos propios del más crudo cine gore como herramientas narrativas que trascienden el morbo y que realmente apoyan a las acciones dramáticas de la película.
    Algunos críticos consideran que éste es precisamente el mejor remake en la historia del cine. Durante la década pasada sonó muy fuerte el rumor de una tercera versión de esta historia que sería protagonizada por Adrien Brody, pero la idea nunca se concretó.

 

PARA LA TRIVIA: Originalmente se había escrito un epílogo para la cinta en el que Ronnie sueña con estar embarazada del bebé de Seth, y éste nace de una crisálida con alas de mariposa en la espalda. La escena se filmó varias veces, pero al final decidieron dejarla fuera de la película pues nunca lograron que el bebé (un muñeco animado con Stop-motion) se viera real. De hecho, el final de la cinta siempre me ha parecido demasiado abrupto, y es que la última secuencia debía encadenarse con este epílogo. 


4.-LA MANCHA VORAZ (The Blob. El remake fue conocido en un principio en México como La mancha voraz 2)

Yeaworth, Jr, 1958/ Russell, 1988 

La versión original de 1958 fue un clásico de las películas de serie B. Fue el primer rol protagónico del legendario Steve McQueen (de hecho, en el poster de esta cinta aparece aún como “Steven” McQueen), con malísimos efectos especiales (aun para la época), un guión que pecaba de naïve y un tema musical hilarante (de veras, búsquenlo en YouTube… “Beware of the Blob,/ it creeps and leaps/ and glides and slides/ across the floor/ right through the door…”). Sea como fuere, le cinta se convirtió en un clásico y en un referente obligado para los aficionados al cine de Horror y Ciencia Ficción.
    El argumento de ambas versiones es prácticamente el mismo y, de hecho, muchas escenas de la original fueron repetidas en el remake. En uno de esos pueblitos impopulares y aburridos que abundan en las películas gringas, cae un meteorito a bordo del cual viaja un organismo del espacio exterior. Dicho organismo es una especie de ameba gigante que absorbe prácticamente a todo ser vivo que se le cruce por enfrente, y cada que lo hace va aumentando de tamaño. Pronto, la indestructible “Mancha” se convierte en una amenaza que podría acabar con el pueblo y quizá con el mundo entero si Brian Flagg (Kevin Dillon), el adolescente motociclista paria del pueblo, no logra detenerla.

    Ahora que lo pienso, creo que escogí puras películas asquerosas para este artículo, jajaja… debe ser coincidencia. Y es que esta película también tiene algunos efectos especiales muy influidos por el gore que afectarán a los espectadores de temperamento más sensible.
    Y es que en la primera versión, a pesar de todo, los efectos especiales sí quedaban a deber durante la mayor parte de la película. La Mancha no, por cierto (que de hecho era una vil bolsa de polietileno rellena con espesante para malteadas), pero sí todo lo demás. Escenas en las que es más que obvia la Perspectiva Forzada, otras en las que se nota que la Mancha sólo está siendo rodada por una maqueta u otras en las que se nota que los escenarios son de cartón.
    Así pues, en esta segunda versión (en la que, por cierto, se da una pequeña vuelta de tuerca en una subtrama sobre el origen de la Mancha) los más sofisticados efectos especiales de su época se combinan con la historia clásica para crear una nueva interpretación que por momentos llega a superar a la original. Y, al igual que en la versión de Carpenter de La cosa, babas, tentáculos, y masas amorfas, sanguinolentas y viscosas están a la orden del día. 

PARA LA TRIVIA: El personaje del reverendo Meeker (Del Close) y su infortunado final (me encanta el epílogo de esta peli) bien podrían ser una sátira al director de la versión original, Irvin S. Yeaworth Jr., cuya propuesta cinematográfica era la de un “cine de horror con mensaje cristiano” (WTF???).

 

A esta lista deberían agregarse el refrito de La noche de los muertos vivientes (Romero, 1969/ Savini, 1990) y el de su respectiva secuela El amanecer de los muertos (Romero, 1978/ Snyder, 2004), así como el de La masacre de Texas (Hooper, 1974/ Nispel, 2003); pero he decidido dejarlos para mejor ocasión.


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